23.10.05

El mito democratico de la fuerzas armadas venezolanas

(Texto extraido de www.contrapoder.org.ve)
LAS FUERZAS ARMADAS VENEZOLANAS
Uno de los mitos recurrentes del modelo político vigente reside en definir a las fuerzas armadas venezolanas como democráticas. El primer magistrado con frecuencia expresa loas para los uniformados y sus criterios son eminentemente militaristas. Su visión del mundo es desde la óptica castrense y de allí su preferencia por los oficiales para administrar al país.
No obstante, esa idea es realmente ideológica. Lo afirmo empleando este último término en sentido estricto, vale decir, con su significado como versión falaz de la realidad impuesta por los detentadores del poder. Pienso que sostener la democratización de nuestros militares es ilusorio o en el mejor de los casos, una ingenuidad.

1. EL EJÉRCITO ACTUAL NO ES EL LIBERTADOR.
Hugo Chávez siempre trata de identificar a los actuales administradores de la violencia del Estado con el ejército de Simón Bolívar. Haciendo abstracción de una estimación crítica de la conducta de los oficiales que dirigieron el proceso de independencia en tanto expulsaron a los peninsulares y fundaron una nación con un conjunto de aberraciones intrínsecas, no hay ningún parangón en tal juicio de valor.
En efecto, las formaciones guerreras de la revolución independentista o secesionista como la denominan algunos historiadores, fueron orientadas a la exportación del proyecto del Libertador. Así, se dirigieron desde la República de Colombia hacia el sur, ocupando Quito y Guayaquil antes de la histórica entrevista con José de San Martín. Siguieron a Perú donde enfrentaron a la vetusta oligarquía limeña y lograron liberar el Alto Perú creando una nueva nación, Bolivia. Incluso, en el Portete de Tarqui el Mariscal de Ayacucho tuvo que liquidar la invasión peruana en una brillante jornada. Hasta allí el alcance emancipador de aquel ejército.
Ulteriormente, al hacerse trizas las ideas integradoras al morir Simón Bolívar presenciamos cómo los cuadros superiores militares se apropiaron de todos estos países. El movimiento de la Cosiata dirigido por Miguel Peña con José Antonio Páez como punta del iceberg en Valencia, el golpe de Estado de Francisco de Paula Santander sobre Rafael Urdaneta en Bogotá, la irrupción del general nativo de Puerto Cabello Juan José Flores en Ecuador; y las cúpulas hispanizantes de Lima, demostraron la poca perspectiva histórica de los otroras valientes combatientes por la libertad. Literalmente se repartieron cada segmento de la zona nor - occidental de América del Sur.
De tal manera que existen muy pocos o ningún elemento de vinculación entre los escuadrones venezolanos que combatieron ininterrumpidamente contra otros nacionales y los españoles, entre 1811 y 1830, y la actual fuerza armada.

2. INICIO DE LAS FUERZAS ARMADAS CONTEMPORÁNEAS.
Realmente las milicias contemporáneas nacen con el proceso centralizador regulado por Juan Vicente Gómez. Ya había un antecedente cuando Cipriano Castro derrotó con menos de la mitad de sus efectivos al banquero José Manuel Matos en la Victoria. Este hecho lo aprecia el general Alberto Müller Rojas en su obra “Tiempo de Revoluciones” como el acto fundacional del ejército presente. El Benemérito, luego de asfixiar los movimientos y caudillos regionales federales, creó un Estado omnipotente y para ello consolidó un sistema impositivo nacional, una administración pública rígida orientada desde el centro del país y por supuesto, un aparato militar bien concentrado.
El líder de La Mulera trajo desde Chile a un oficial prusiano llamado Sarría Mac Gill, quien con sus criterios inflexibles hizo una fuerza armada a su imagen y semejanza. La génesis castrense contemporánea está muy bien explicada por el profesor Ángel Ziem en su conocido texto sobre su formación y la ubica en esta época histórica al igual que Domingo Alberto Rangel. Esta organización castrense mejoró en su operatividad y con las administraciones de López Contreras y Medina Angarita se movilizó una verdadera logia militar que dio al traste con la gestión del último y en alianza con Acción Democrática dominó durante el trienio de 1945-1948. Seguidamente se desembarazaron del partido del pueblo para administrar ellos solos, lo cual consiguieron hasta el 23 de enero de 1958.

3. PUNTOFIJISMO Y UNIFORMADOS.
Con el advenimiento del proyecto populista del Pacto de Puntofijo, Rómulo Betancourt hubo de luchar con los agentes castrenses heredados de la dictadura perezjimenista. Era evidente que el órgano de seguridad del Estado, la espantosa Seguridad Nacional, se había disuelto pero el ejército del hombre de Michelena seguía siendo el mismo, al punto que un oficial de su administración (presidió el Círculo Militar y el Instituto Nacional de Deportes), el Contralmirante Wolfgang Larrazábal, era el personero más importante de la Junta que le sucedió. Incluso dos altos oficiales del régimen derrocado, el “Turco” Casanova y Romero Villarte integraron ese mismo organismo pero el movimiento popular logró defenestrarlos para colocar a Eugenio Mendoza y Blas Lamberti, conspicuos representantes del gran capital, quienes presionaron para cobrar las acreencias contra el Estado venezolano imposibles de negociar en los mercados internacionales por la crisis existente.
Ante unos administradores de la violencia del Estado seguidores del golpismo tradicional y con un accionar vehemente como lo demuestra el atentado de los Próceres, el gobierno blanquiverde debía tomar iniciativas. Los gorilas de la época no veían con buenos ojos a la coalición del denominado Club del Caribe (Pepe Figueras en Costa Rica, Muñoz Marín en Puerto Rico, Prío Socarrás en Cuba, Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú y el napoleón de Guatire en Venezuela), pero la aversión hacia izquierdismo, socialismo, comunismo o algo parecido, era infinitamente mayor. No podemos olvidar la formación gringa de todos estos ejércitos.
Así las cosas, Betancourt comienza a disparar un discurso macartista buscando nuclear a su alrededor al espectro golpista. Con tal fin provocó a la izquierda, representada en el Partido Comunista y los sectores radicales de Acción Democrática y U.R.D.. El ametrallamiento de una manifestación de desempleados en la Plaza Concordia fue el primer paso de este plan. Nuestra izquierda fue siempre muy dependiente de los centros de poder internacional del bloque socialista y en especial de la Unión Soviética. El Browderismo apagó a los comunistas en toda Latinoamérica y debido a esta razón se produjo el auge de la socialdemocracia, todo en función de la alianza antifascista con los aliados que generó una postergación de cualquier clase de proyectos.
Por supuesto, el Departamento de Estado y el Pentágono acudieron en auxilio de la idea romulera. Así, a la Escuela de las Américas, un centro de torturas muy especializado, asistieron muchos oficiales cuyos conocimientos en esta área fueron puestas en práctica en los Teatros de Operaciones con el abyecto saldo de torturados, desaparecidos, detenidos ilegalmente y muertos. Los campos de concentración de la Isla de Burro (llamada irónicamente Rafael Caldera), Cachipo, Cogollar y otros que escapan a mi memoria, fueron escenarios de estos aprendizajes.
No costó mucho la confrontación porque pequeños grupos de la siniestra (Tirángulo Negro, el F.U.L, el Directorio Revolucionario Venezolano-Direve) presionaron para irse a la montaña a reeditar la experiencia de la Sierra Maestra. Después el P.C.V., el M.I.R. y ciertos segmentos urredistas como el de Fabricio Ojeda, tomaron el camino de la lucha armada rural en un país eminentemente urbano. La derrota fue la crónica de una muerte anunciada pero el proyecto populista incorporó al factor de poder más importante, el de las armas. Con esta actividad el puntofijismo alcanzó colocar a los militares alrededor de su modelo.
Comentario aparte merece las insurrecciones del año 1962 conocidas como el “Carupanazo” y el “Porteñazo”, acaecidas el 4 de mayo y el 2 de junio de ese año. Ciertamente, se trató de un grupo del aparato militar del partido comunista insurgentes en dos centros de la armada. Ambas acciones fracasaron militarmente y se lesionó fuertemente al sector de izquierda dentro de la milicia. No fueron acciones coordinadas con las guerrillas y aisladas fueron derrotadas.
No significan de ninguna manera alteración a considerar a nuestro ejército como una entidad al servicio de los intereses transnacionales. Durante el inicio del régimen populista se alinearon incondicionalmente con los Estados Unidos. Posteriormente siguen en la misma formación como lo expreso en el curso de este trabajo.

4. INUTILIDAD DE LA ALIANZA CÍVICO-MILITAR.
Es verdad que inicialmente los comunistas intentaron penetrarlo y después Ruptura trabajó en esa orientación manejando la tesis de una combinación de civiles y militares con un aparente éxito. Sin embargo, si uno observa a los oficiales al servicio del régimen chavista puede ver la inexistencia de diferencias respecto a la praxis de los militares del puntofijismo.
La victoria sobre la izquierda luego de ciertas escaramuzas agotó el peligro del comunismo en los uniformados. Era necesario formular un nuevo esquema para mantenerlos tranquilos. La bonanza petrolera después del embargo árabe en 1973 brindó la oportunidad. La corrupción fue el vector para sedar a esta sección de la sociedad venezolana y la Comisión de Defensa del Senado fue el eje de esta etapa. Ese organismo, facultado constitucionalmente para ascender a los oficiales desde Coronel y Capitán de Navío, fue dominado por los adecos y los copeyanos, quienes administraron los ascensos con criterios partidistas y sobornos mediante.
Al colapsar el clientelismo venezolano por la baja del precio del crudo se hizo aguas el sistema. Esta circunstancia también influyó en la conducta de las fuerzas armadas donde se apreció un ostensible malestar. Pero previamente los militares realizaron un horripilante genocidio el 27 de febrero de 1989. A quince años de hacerse tangible reina aún la impunidad amén de desconocerse el destino de muchas personas asesinadas de la manera más olímpica. La primera gran insurrección contra la globalización fue ahogada en sangre.
La masacre de El Amparo fue otra ocasión en la cual los militares y policías violentaron los derechos humanos. A pesar de haber sentencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos donde se ordena la indemnización de los daños por los difuntos se ha cumplido a medias y no hay responsabilidad penal de los causantes de esta tragedia. En la misma decisión se ordena la reforma del Código de Justicia Militar por su lesión al derecho a la defensa, lo cual no se ha llevado a cabo. Nuestra historia contemporánea conoce de varias razzias como las de Cantaura y Yumare, sin sanción alguna.

5. NUESTROS MILITARES NO SON NADA INSTITUCIONALES.
El ruido de sables emergió cuando un grupo mecanizado hizo un raro movimiento cerca del Ministerio de Relaciones Interiores siendo presidente interino Simón Alberto Consalvi por un viaje de Jaime Lusinchi. Se conoció que el Teniente Coronel Ortiz Acosta dirigió esta extraña actuación denunciada por Eduardo Fernández como un golpe de Estado técnicamente hablando.
Luego ocurrieron las dos rebeliones del año 1992, caracterizadas por ser muy ortodoxas con escasa participación civil. El colmo del 4 de febrero fue no haber tomado ningún medio de difusión de masas. Sus resultas fueron dos derrotas en el ámbito de las armas pero devenidas en victorias políticas y electorales.
En esa época ya circulaba una investigación del Coronel José Machillanda, “El Poder Militar y Poder Político en Venezuela”, obra donde ubicó a la sociedad venezolana como cuasi castrense porque a pesar de no existir un régimen militar el estamento castrense tenía un diáfano privilegio por encima de los demás.
Con la asunción del gobierno por parte de Chávez no se avizora ningún cambio sustancial dentro de los administradores de la violencia del Estado. Antes por el contrario, su primer ministro de la defensa fue un oficial de absoluta confianza de Washington, el general Raúl Salazar. Los cuadros superiores de los armados siempre han sido ocupados por personas con una aproximación a los intereses hemisféricos de los Estados Unidos. La actividad de nuestros militares está alineada sin condiciones al lado del Tío Sam.
La anterior trayectoria ha estado cubierta por una normativa ad-hoc. Primero fue la viciada praxis de enjuiciar a civiles por delitos militares. Además, el Código de Justicia Militar es un texto legal realizado para hacer expedito el enjuiciamiento de los reos. Se potencia exacerbadamente al juez al poder dictar detención preventiva con un solo indicio y hay un estadio procesal en el cual el Presidente de la República puede ordenar el sobreseimiento o la continuación del proceso por encima de un “autónomo poder judicial”. Es un dinosaurio jurídico mantenido a toda costa a pesar de haber caído el Muro de Berlín.
Durante el actual mandato han ocurrido algunos incidentes como el del Teniente Sicatt, quien quemó a dos subalternos así como varias muestras de maltratos y homicidios de conscriptos por parte de oficiales. Empero, creo estar en presencia de un nuevo 27 de febrero de 1989 ahora en el mismo mes pero de 2004. La reacción en las calles por parte de quienes desean un referéndum fue liquidada con balas, perdigones, lacrimógenas y toda clase de proyectiles, recordando épocas que se creían formaban parte del pasado.
Puedo concluir sin ninguna sorpresa, que la agresividad de la Guardia Nacional el viernes 27 de febrero del presente año no es accidental. Se corresponde con un modo de ser autoritario de las fuerzas armadas nacionales. Constituye el mismo cuerpo pretoriano de C.A. Pérez ahora con mayor participación en la conducción del Estado. Los cambios cumplidos se reducen al reemplazo de unos hombres por otros. Hemos ascendido del nivel ocupado por los hombres armados en el seno de la sociedad. Ya no es cuasi sino muy militarizado el Estado en todas sus dimensiones.

6. MITOS FABRICADOS.
El mito de unas fuerzas armadas democráticas e institucionales está desmoronándose porque no ha existido nunca en el país. Se trata de una formación pétrea al servicio de la gestión de turno y por sobre toda las cosas, del modelo político, socio-económico y cultural reinante en estos tiempos de globalización. Es un ejército con un puesto específico dentro del proyecto de colaboración de poderes inicialmente construido por Betancourt y ahora ocupando un espacio como factor de poder fundamental en un país donde no existe democracia sino una caricatura de gobierno popular.
La manida tesis de la alianza cívico militar ha tenido un empleo perverso como es el de haber consolidado un proyecto cupular basado en la colaboración de algunos factores de poder internos articulados con los mundiales para mantener la demencia significada por la mundialización de la economía con su gran proeza, la exclusión social con sus componentes de hambre, miseria y desempleo.
Por las consideraciones precedentes es difícil si no imposible contar con el componente armado para construir un modelo societario diferente. Representa un medio fundamental para el sostenimiento de un régimen caracterizado por el autoritarismo y no simboliza absolutamente un ente institucional por la misma razón de reinar una estructura de poder fundada en la esencia gomecista. No es el pueblo en armas sino el pueblo bajo las armas.


HUMBERTO DECARLI R.